21 de marzo de 2012

¿QUIÉN ERES REALMENTE? (Reflexión)


Había una vez un grupo de semillas enterradas.
Las semillas se miraban las unas a las otras y presumían de los diversos colores, hermosos detalles y prestigios de sus cáscaras, mientras debatían sobre cuál era el mejor tipo de cáscara.

Un día apareció una semilla diciendo que no le importaba demasiado la cáscara, sino si podría haber algo que le hiciera sentir a un nivel más profundo. Llevarle más allá.

Las otras semillas se reían de ella y le decían que no le diera más vueltas, que así era la vida y así sería siempre, y que sin decorar y trabajar su cáscara nunca llegaría a ningún lado.

La semilla decidió llevar una vida independiente, y conforme avanzaba en su búsqueda más sola y triste se sentía. Las otras semillas tenían razón, y la vida tan sólo era una triste competición de cáscaras.

Así pues, la semilla, sumida en una profunda falta de esperanza y apatía, comenzó a sentir un intenso dolor al que se le añadía cada vez más miedo por lo que le depararía el futuro.

Cansada de todo, llegó el día en que la semilla llegó a pensar que ya no tenía lógica que le preocupara el futuro, puesto que para vivir una vida sin sentido casi prefería no vivir. A partir de ese día, comenzó a sentir cada vez menos miedo y más felicidad.

De pronto sucedió un milagro.
Un precioso día, la semilla sintió una explosión dentro de ella, mientras un inmenso volcán de fuego y energía emergía brillando como el oro de su interior.
La semilla sintió su propia muerte, pero no le importaba porque la grandeza y el éxtasis que sentía eran lo más maravilloso que jamás pudo soñar.
Y de pronto comprendió que no era su muerte, sino que lo que estaba sucediendo era el nacimiento de aquello que siempre había estado buscando.
Era su cáscara la que había muerto y estallado, para dar paso a una nueva forma de vida mucho más grandiosa.

La semilla siempre llevó dentro de ella la verdad, aunque nunca la había podido ver con sus ojos.

La planta salida de la semilla comenzó a ver cada vez más luz, mientras lloraba de alegría por aquel momento que tanto tiempo llevaba esperando.

La planta agachó la mirada mientras vio a sus amigas las semillas que seguían discutiendo sobre cáscaras. La planta corrió a contarles lo que estaba viendo, y algunas semillas se paraban a escucharle, pero le contestaban que estaba muy rara y que por su bien le convenía bajar de las nubes y volver a ser alguien normal. Que era bonito lo que decía, pero que en la vida hay que aterrizar.

Entonces la planta comprendió que ella podía ver a las semillas, pero desde la profundidad de las semillas ellas no podían ver lo que ella veía en sus capas altas.
Se puso a sonreir mientras lloraba de alegría, puesto que ya no le importaba lo que pudieran pensar las semillas.

Sólo ella podía entender y sentir la perfección del ciclo de la vida. La eterna armonía entre el cielo y la tierra.




ENRIC SORIA ROS 

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