21 de diciembre de 2013

15 de diciembre de 2013

Retazos precursores de la Navidad

En las reuniones:
"Los tóxicos arruinan las navidades. En realidad, los tóxicos arruinan cualquier celebración o cualquier época de vacaciones. Porque un narcisista necesita desesperadamente dos cosas: controlar a los demás y focalizar su atención. Y hará lo que sea para conseguirlo, incluyendo, por supuesto, dinamitar la paz navideña. Los tóxicos se ponen muy nerviosos en Navidades porque necesitan controlar a un grupo de personas y saben o sospechan que en ese grupo hay alguien a quien no conseguirán controlar del todo. O alguien – oh, horror – que puede ser más interesante que ellos, que puede atraer más la atención. Así pues, se ponen a buscar atención como locos. Emborrachándose, gritando, quejándose, provocando…. El tóxico se enfadará mucho si no recibe el regalo que esperaba, o si cree que el regalo que él o ella ofrece no es suficientemente valorado. O si piensa que alguien no valora su cocina, o su trabajo."
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Has visto reflejado a alguno de tus familiares?

¿Sí?

Recuerda que el mensaje que desde el cielo se enviaba a la tierra en la noche del nacimiento de Jesús era “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad” ( Lucas 2:14) Desde el cielo, Dios enviaba a los hombres un mensaje de reconciliación, no de hostilidad. Se lo enviaba envuelto en pañales. Se enviaba a sí mismo.

Pero treinta años más tarde, Jesucristo anunciaba:

«No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él.”

Bueno, parece que el mismo Jesucristo anticipaba lo que iba a suceder en tantas y tantas cena de Navidad

Está claro que el primer mensaje, el del evangelio de San Lucas, hablaba de paz y reconciliación entre Dios y la Humanidad. Nada se dijo sobre que Cristo vaya a traer paz entre los hombres. El propio Jesús lo deja muy claro: “enemigos de cada cual serán los que conviven con él”. Y conste que lo de “Honrarás a tu padre y a tu madre” no lo dijo Jesús. Y que la frase, así, tal cual, ni siquiera aparece en la Biblia, solo en el catecismo.

Cualquiera que haya vivido en el seno de una familia narcisista sabe lo que es tener el enemigo en casa. Sabe que existe uno, o varios, miembros de la familia que te declararán la guerra abierta si no capitulas ante sus mentiras, sus delirios de grandeza, sus exigencias desmedidas, sus chantajes emocionales, sus críticas acerbas, sus insultos. Sí, dicen que te aman. Que son tu familia. Pero ya que estamos con la Biblia, no olvidemos que en el Apocalipsis se habla de aquellos que “aman y mienten”

La paz que Dios vino a traerte, si crees en El, está entre Dios y tú. No se refiere a otra paz. Si no crees en Dios, entonces no tienes por qué celebrar la Navidad, pero en cualquier caso, la paz debe estar contigo mismo o contigo misma, y con tu idea de cualquiera que sea el Poder Superior en el que confíes, al que te entregues, sea el Destino, el Karma, o tu fuerza interior.

Esa paz que el niño Jesús vino a traer y que se supone que se celebra se entiende que es una paz que Dios te ofrece y que implica por tanto que tú jamás debes ser maltratado/a, insultado/a, chantajeado/a, herido/a por nadie. Tampoco por tu familia, por muchos lazos de sangre que haya. Ningún mandamiento divino ni humano exige que sacrifiques tu bienestar interior en aras de una presunta paz familiar, ni en el día de Nochebuena ni en ningún otro. Sacrificar la integridad en aras de la paz al final no trae paz ninguna, como creo que ha quedado demostrado en tantas historias navideñas como me han llegado. Me parece que en realidad sería un pacto con el diablo.

Así que haz caso omiso a todos los que te digan, empezando por tu propia familia, que en fechas navideñas hay que cenar con la familia sí o sí y que si no lo haces no eres buena persona. No vayas a cenar si no lo crees conveniente y si finalmente decides ir, recuerda. Tú no puedes cambiarles a ellos, pero te puedes cambiar a ti. Puedes cambiar tu percepción,

Ellos no van a cambiar.

Pero tú puedes cambiar tu forma de relacionarte con ellos.

Puedes limitar el contacto y las llamadas. Puedes crear un escudo psíquico

Para crear un escudo psíquico recurre al uso de la visualización. Imagina a tu alrededor una figura ovalada o esférica de un color que te tranquilice

Es decir, rodéate de una armadura, un espacio mental de seguridad.

Después repítete como un mantra : “Toda energía negativa que se acerca a este campo es inmediatamente transmutada en alegría”. Durante el día debes visualizar el escudo y repetirte el mantra cada vez que tenas oportunidad. Después, cada vez que tengas contacto con un familiar tóxico, simplemente visualiza el escudo. Escucha lo que te dicen, pero no te lo creas. No lo integres en tu sistema, no dejes que te afecte. Sé que suena duro al principio, pero es bastante fácil de ejercitar con práctica.

Lo que ellos digan deja de tener poder sobre ti.

​También debes aprender a poner límites. No cedas a chantajes absurdos, no permitas que te manipulen, insulten, ridiculicen, degraden, controlen, sobreprotejan, traten como a un menor de edad o griten. Cuando eso suceda, di simplemente: "No voy a tolerar esto porque soy adulto", y vete.. El odio es un vínculo tóxico y adictivo. Es más bien ejercitarte en la indiferencia zen. Que no te afecte. Ver todo con calma y desapasionamiento. Saber mantener una distancia de seguridad.

Probablemente cuando empieces a distanciarte, se redoblen los ataques, en un intento desesperado por hacerte reaccionar, pero con el tiempo cesarán. Nadie ataca cien veces a una fortaleza que sabe invulnerable. Y dos no pelean si uno no quiere.

Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla, decía Sun Tzu,

Y decía más: "Si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro; si no conoces a los demás, pero te conoces a ti mismo, perderás una batalla y ganarás otra; si no conoces a los demás ni te conoces a ti mismo, correrás peligro en cada batalla".

Pon límites. No permitas la manipulación, la intrusión, el chantaje sentmantal, lasamenazas, las lágrimas, las culpabilizaciones.

Cuando sucedan, anuncia simplemente: Soy un adulto, no permito esto, y sigue a lo tuyo.

Recuerda que la victoria máxima consiste en vencer al enemigo sin presentar batalla.

Establecer límites y reclamar respeto no es ser un mal hijo o hija, es comportarse como un adulto consciente y seguro.

Si te mantienes firme en tu postura, poco a poco los ataques cesarán.

Repito: Nadie ataca a una fortaleza que sabe invulnerable.


Las navidades y las relaciones tóxicas. Lucía Etxebarria