La Bondad consiste en dar el “bien”, en ofrecer lo
bueno, lo que no daña al otro ni le perjudica. Pero también significa o implica dar
bien, es decir, apropiada y justamente.
“Es tan bueno que parece tonto”. Es ésta una expresión tan
frecuente como popular pero que sólo adquiere sentido aplicado al ego, en tanto
y en cuanto“quiere parecer tan bueno que es tonto”.
Sólo nuestro falso yo, la imagen que queremos mostar, el
personaje que nos gusta representar de cara a la galería confunde la bondad con
la estulticia o la estupidez.
De la persona buena puede sacarse mucho provecho, ya
que es una fuente de benevolencia, dulzura y entrega pero nadie puede aprovecharse de
ella, simplemente porque nunca lo permitiría. Si dejo que alguien se aproveche
de mi yo me convierto en víctima y, en ese mismo instante, estoy conformando o
manteniendo al otro como agresor.
Si algo caracteriza al que es bueno es su estar despierto y
su lucidez. Por eso“sabe dar lo justo a quien lo necesita, cuando es
conveniente y del modo más adecuado”. Nunca da lo innecesario ni se ofrece para
lo superfluo y jamás hace nada por el otro que éste pueda hacer por sí mismo.
El bueno colabora, el necio reemplaza.
El bueno responde, el tonto se adelanta.
El bueno hace con el otro, el necio hace por el
otro.
El bueno acompaña, el tonto sustituye. Aquél ayuda,
éste soluciona.
La persona buena no renuncia a nada para colmar el exceso de
otros, pero puede renunciar a cualquier cosa para satisfacer la demanda justa
de alguien realmente necesitado. La renuncia o donación del bueno es siempre un
gesto de afirmación y por eso es vivido con satisfacción y gozo. No se siente
menguar en nada porque siempre está colmado de su sí mismo.
Finalmente, también huye de la tentación de universalizar
su bien porque reconoce que no necesariamente lo bueno para él es bueno
para otros.
El bueno vive siempre su capacidad de donación y entrega hasta
el extremo, pero no en exceso.
De libro
("La Sabiduría de Vivir" 2ª edición. Ed. Desclée de Brouwer)
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